[PDF] ACADEMIA Descanse en paz nuestro querido

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BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

MADRID SEGUNDO SEMESTRE DE 1982 NUM. 55

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BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

CONSEJO DE REDACCION

ExcMo. SR. D. ENRIQUE LAFUENTE FERRARI.

" JosÉ MARÍA DE AzcÁRATE. " Lms CERVERA VERA (Secretario).

Publicación semestral

SECRETARÍA:

REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

Calvo Sotelo, 20 -Teléfono 276 2564

MADRID

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BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

DEPÓSITO LEGAL: M. 6264.-1958

Suco. J. Sánchez de Ocaña y Cía., S. A. • Tutor, 16 • MADRID· 8

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BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

MADRID SEGUNDO SEMESTRE DE 1982 NUM. 55

NECROLOGÍAS DEL ExcMo.

NECROLOGÍAS DEL ExcMo.

NECROLOGÍAS DEL ExcMo.

NECROLOGÍAS DEL ExcMO.

FEDERico SoPEÑA IBÁÑEZ:

SUMARIO

SR. D. FEDERico MoRENO ToRROBA ••...

SR. D. FRANCISCO IÑIGUEZ ALMECH ...

SR. D. EuGENIO MoNTEs DoMÍNGUEZ

SR. D. JoAQUÍN VALVERDE LAsARTE •.

Cuatro años en la Academia de Roma ......

PÁGINAS

5 37
57
69
95
JuAN DE AvALO S: Busto de Su Santidad luan Pablo li ... 105 ALVARO DELGADO: Apuntes para explicar un retrato . . . ... 109 JuAN JosÉ MARTÍN GoNZÁLEZ: El profesor D. Diego Angulo gala1rdonado

con el Premio Elie Fwure . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119

MANUEL COMBA SIGÜENZA: El traje de las madrileñas en los cuadros de

Gaya ... ... .. . .. . ...

... ... .. . . .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 125 ANGEL DEL CAMPO Y FRANCÉS: Brueghel, el !oven, aterciopelado y pitagó- neo ........ . 145 FERNANDO MARÍAS: Los frescos del Palacio del Infantado en Guadalajara:

Problema's

históricos e iconográficos . . . . . . . . . . 175
CoMISIÓN CENTRAL DE MoNUMENTOS: Monumentos histórico-artísticos, Con- juntos y Pwrajes pintorescos informados durante el año 1982 . . . . . . . . . 217 MEMORIA DE LA LABOR CORRESPONDIENTE AL AÑO 1982: Colecciones de la

Real Academia . . . . . .

263

CRÓNICA DE LA ACADEMIA . . . . . . 267

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277 4--

NECROLOGIAS

DEL

EXCMO. SR. D. FEDERICO MORENO TORROBA

1

ExcMo. SR. D. FEDERico MoRENO ToRROBA.

(Autor; Enrique Segura.)

DON FEDERICO MORENO TORROBA

E N la mañana del domingo 12 de septiembre último nuestro querido Director, Don Federico Moreno Torroba, dejaba de existir, a los noventa y un años, en el Sanatorio Ruber de la capital, donde ingresara veinte días antes con motivo de una embolia cerebral. Ciertamente la gravedad del percance se manifestó desde los primeros momentos, pero la favorable reacción advertida en un principio alentó la esperanza de su recuperación, si no pronta y completa, sí efectiva y suficiente para reanudar sus activi dades de costumbre. ¡Hasta tal punto su asombrosa vitalidad -se recordó aquellos días por sus deudos que no había estado nunca enfermo-permi tió abrigar los pronósticos más alentadores! Mientras tanto, no parecía si no que manteniendo su ritmo de trabajo hubiérase limitado a cambiar de despacho, siguiendo al tanto, desde la clínica, los asuntos pendientes: la Academia, la Sociedad de Autores, el estreno del de Don Quijote y tantos otros quehaceres o atenciones que reclamaban su personal interven ción Quien tiene el honor de dirigirles la palabra -que llevó personal mente, a diario, la representación de la Academia-puede dar fe con qué interés atendía la marcha de las incidencias del momento. Dios dispuso las cosas de otro modo. Empezaron a surgir las complicaciones que acon sejaron someterle a un tratamiento de vigilancia intensiva, mas empeorando progresivamente, un fallo cardíaco produjo el temido desenlace, no por esperado menos doloroso. Trasladado a la Sociedad de Autores, donde se instaló la Capilla ar diente -imposible habilitar para ello la Academia dadas las actuales cir- -7 cunstancias-, fueron incontables las personas que acudieron a rendirle el postrer homenaje de su sentido afecto, figurando entre ellos numerosos

Académicos.

Un detalle emotivo de particular significación fue el hecho de que al ser sacado el féretro del antiguo palacio de Longoria, el gran gentío estacionado en los alrededores prorrumpió espontáneamente en una ovación estruendosa hasta que el cortejo fúnebre inició su marcha hacia la Sacramental de San Justo, lugar del enterramiento, y hasta donde se trasladaron con D. Enrique Lafuente Ferrari, Director accidental, distin guidos miembros de la Corporación. Si no es fácil pergeñar en estas horas de luto la sentida semblanza que sería deseable, cabe ofrecer a su memoria un recuerdo emocionado de tan querido compañero y maestro. Máxime cuando quien tiene el honor de dirigirles la palabra mantuvo con él un trato asiduo, impuesto en buena parte por las obligaciones a su cargo. De ahí que, ahora, intentemos sub rayar algunos rasgos suyos, si no definitorios, al menos sobresalientes.

Así empiezo

por creer que su memoria no podrá desligarse de su hom bría de bien ni tampoco de su laboriosidad infatigable, verdaderamente ejemplar, siguiendo en la brecha, sin desmayo -como así ha sido-, hasta el final. Recordemos, Señores Académicos, que a todos nos asombraba su portentosa vitalidad, manifestada no sólo en la frecuencia, sino en la faci lidad de sus desplazamientos a países distantes ; en particular recuerdo -por oírselo directamente-que había estado en Argentina más de treinta veces, aparte de otros viajes de carácter intercontinental. Y aún como alguno quisiera advertirle afectuosamente que a su edad le convendría evitar o limitar tanto desplazamiento, él mismo aseguraba que esa movilidad había contribuido probablemente a mantenerse en forma. A lo que aún cabría añadir que ese afán suyo -en verdad intransferible-de trabajar sin límite -para él viajar era sinónimo de trabajar-venía a encontrar su complemento ideal en trabajar con ilusión, lo que constituye para todos no tanto un mandato -a veces de difícil o imposible cumplimiento-como un estímulo de saludable longevidad. Otro rasgo suyo, más acentuado en los últim¿s años, fue, sin duda, su 8- trato afable y sencillo, sin que ello hubiera de confundirse con una ingenua postura ante la vida. A lo que entiendo y recuerdo no sería posible negar en modo alguno a D. Federico lo que en expresiva ponderación suele ence rrarse en la frase de "tener muchas horas de vuelo". Pues la verdad es que D. Federico las tenía y las acusaba no sólo física sino psicológicamente en relación con los demás, tal vez porque esa carga impalpable pero real sabía aligerarla con cierta improvisada naturalidad, como sin darle impor tancia, entre cautelas y compases, de todo punto necesarios no ya para volar sino para rastrear por los caminos o vericuetos de este mundo.

Más

desearía extenderme en este sentido, pero el tiempo apremia y resulta obligado referirme a su paso por la Academia, dentro de la que ha representado un verdadero hito histórico, pues había llegado a ser el único superviviente de los Académicos ingresados antes de la Guerra. De ahí que haya pertenecido a nuestra Corporación cerca de cincuenta años, caso rarí simo, por supuesto, llevándonos a recordar lo que se ha afirmado de algu nas figuras extraordinarias de la Historia que resultan sí admirables pero no ciertamente imitables. De la documentación que he podido consultar ahora resulta que para cubrir la vacante de D. José Tragó y Arana fue propuesto D. Federico

Moreno Torroba, en

31 de enero de 1934, por D. Emilio Serrano, D. Aniceto

Marinas y

D. Angel María Castell.

N o creo descubrir ningún secreto, máxime cuando se ha publicado por la propia Academia en obra de un benemérito compañero desaparecido, que hubo en aquella ocasión otro candidato ilustre, D. Osear Esplá, pero como éste anunciara su no aceptación en el caso de ser elegido no hubo duda en la elección, que recayó en favor de D. Federico en la sesión ex traordinaria celebrada en 19 de febrero de ese año. No sería sin embargo hasta el siguiente cuando se celebró su recepción, exactamente el 21 de febrero. En tan solemne ocasión disertó acerca "Del casticismo en la Mú sica", discurso que D. Angel María Castell, que le contestó, no vaciló en calificar como "una de sus más inspiradas partituras sin papel pautado". Con arreglo al ceremonial acostumbrado, D. José Moreno Carbonero, que -9 presidió la sesión por enfermedad del Director, Conde Romanones, le im puso la Medalla núm. 44, de la que fueron anteriores titulares: el pintor D. Bernardo López -hijo de D. Vicente-, el músico D. Ildefonso Jimeno de Lerma y el ya citado D. José Tragó. A partir de entonces el nuevo Académico quedó incorporado a las tareas de la Corporación. De su paso por la misma quedan múltiples constancias, comenzando por su adscripción a las Comisiones de que formó parte, singu larmente las del Archivo y Biblioteca, Medalla de Honor, Academia Espa ñola de Bellas Artes de Roma y Administración, antes, por supuesto, de su nombramiento de Director en que las presidiría todas. En plena campaña, y en momentos especialmente difíciles, era nombrado Tesorero, en 1938, cargo al que renunciaría dos años después. En 1956, a la muerte de Don

Bartolomé

Pérez Casas, fue elegido Presidente de la Sección de Música, que siguió ejerciendo hasta su fallecimiento. Gestión muy delicada a su cargo, y que desempeñó con loable acierto -del que se hacen eco las actas que he consultado-, fue la Dirección accidental durante la prolongada enfermedad de su titular D. Francisco

Javier Sánchez Cantón.

Por último, al fallecimiento del Marqués de Lozoya, fue elegido Direc tor en sesión extraordinaria de 8 de mayo de 1978, siendo finalmente reelegido el año pasado por un nuevo mandato de tres años. No quiero omitir en este rápido resumen de su paso por la Academia la concesión de uno de los primeros Premios "José González de la Peña", Barón de Forna. Tampoco ha de silenciarse su generosa donación de la partitura original de Luisa Fernamda, enriqueciendo su archivo de fondos musicales. Ni tampoco que con motivo de la solemne recepción de D. Andrés

Segovia, que con asistencia

de Sus Majestades se celebró solemnemente en la sede de la Academia Española, D. Federico contestó al discurso del reci piendario, si bien cupiera al autor de estas líneas el honor de leerlo en su nombre. De auténtica desgracia hemos de calificar la desaparición de D. Fede rico Moreno Torroba, tanto por su acendrado amor y espíritu de servicio 10- a la Academia como por las circunstancias personales que le acompañaban.

La consideración

de que el Destino le ha privado de ver restablecida la sede propia, por la que tan esforzadamente porfiara, acrece nuestro senti miento. Pero -sin acudir al tópico, impropio de este lugar y de nuestra intención-nos cabe la certidumbre de que su ejemplo magnífico de incan sable actividad, inquietud creadora y preocupación artística bien merecen el fervoroso testimonio de una imperecedera gratitud.

ENRIQUE PARDO CANALÍS.

-ll

RECORDANDO A D. FEDERICO MORENO TORROBA

Sres.

Académicos:

CoN verdadera pesadumbre cumplo hoy el deber de sustituir acciden talmente en este puesto a nuestro Director, ausente ya para siempre de nuestras sesiones. Don Federico Moreno Torroba no las presidirá más por que el término de su vida le llegó súbitamente, cuando nada parecía hacerlo temer, en plena actividad y en aparente buena salud. Era Moreno Torroba el Académico más antiguo de los que componemos esta Corporación, en la que entró precozmente a los treinta y nueve años, en el de 1934. Lo hemos tenido de Director cuatro años, pero fue miembro de esta Corporación durante cuarenta y ocho, lapso considerable de tiempo, no sobrepasado durante mi época por ningún otro Académico, aunque cifras mayores, es cierto, se alcanzaron tanto en el siglo

XIX como en el nuestro. En la pasada

centuria, a D. Federico de

Madrazo le permitió la existencia alcanzar la

elevada cifra de sesenta y tres años de vida académica, igual a la que llegó en este siglo D. José Ramón Mélida, mi antiguo y respetado profesor universitario. Hace menos de doce meses felicitábamos a nuestro Director,

D. Fede

rico Moreno Torroba, al cumplir noventa y un años y le augurábamos muchos más de existencia porque su vitalidad juvenil y su actividad incan sable, demostrada en su excepcional capacidad de trabajo, parecían desti narle a llegar a centenario. Su fecundidad de músico y su actividad acadé mica eran compartibles para él con los deberes añadidos que le venían de su condición de Presidente de la Sociedad de Autores Españoles, obligado -13 a representarla en reuniones internacionales, y a llevar una intensa vida de relación, en un trajín que hubiera parecido fatigante para un hombre más joven. Todo lo superaba diligentemente con una salud vigorosa y una capa cidad de adaptación extraordinaria. Desde su puesto de mando de la Sociedad de Autores, en el palacio modernista de la calle de Fernando VI, estaba alerta al timón, a través de navegaciones a veces tormentosas. N os asombraba su actividad incansable, pues lo mismo nos anunciaba un lunes que salía para Londres por un par de días para atender a la grabación de una obra suya, o que salía para Nueva York para ensayar con Plácido Domingo cierto pasaje de una pieza que iba a estrenar meses después. Otra semana se despedía para un viaje a Buenos Aires, donde tendría lugar la reposición de una de sus más renombradas zarzuelas. Otras veces tenía que marchar de improviso para asistir en una capital europeaquotesdbs_dbs41.pdfusesText_41

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