[PDF] EL ANÁLISIS COMO LECTURA DE UN LIBRO DE ARENA





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XI Jornadas de Investigación. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires,

Buenos Aires, 2004.

EL ANÁLISIS COMO LECTURA DE UN

LIBRO DE ARENA.

Irene FRIEDENTHAL.

Cita: Irene FRIEDENTHAL (2004). EL ANÁLISIS COMO LECTURA DE UN LIBRO DE ARENA. XI Jornadas de Investigación. Facultad de Psicología -

Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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130 - EL ANÁLISIS COMO LECTURA DE UN LIBRO DE ARENA

Autor/es

Irene FRIEDENTHAL

Institución que acredita y/o financia la investigación

UBACyT

Resumen

El artículo examina un cuento de Borges como metáfora del método en que su autora practica el trabajo analítico, destacando la lectura de la repetición en el encadenamiento asociativo que tiene como marco cada sesión considerada en sí misma. Un objeto fantástico, un libro que nunca vuelve a abrirse en la misma página que alguna vez se leyó, permite abordar un método de lectura analítica en el que la secuencia de lo que se dice en cada sesión es un tramo asociativo al que nada falta, y que por lo tanto no necesita ser completado por el analista con asociaciones correspondientes a sesiones previas, porque puede leer en él la repetición que guía la interpretación y la construcción.

Resumen en Inglés

This paper examines a story written by Borges as a metaphor of the method that guides its author in her analytic practice: reading the repetition which insists in the associative chain that is produced in each particular session. A fantastic object, a book that never opens on the same pages that were read before, allows to stand as a fiction of a method of analytical reading which considers the sequence of what is said in each session as an associative chain which lacks of nothing, and therefore does not need to be completed by the analyst with associations remembered from previous sessions. The reading of the repetition that guides interpretation and construction occurs within the associative text produced in each session.

Palabras Clave

sesión secuencia metáfora repetición Un cuento de Borges me provee la ocasión para intentar trasmitir el modo de abordar -según mi perspectiva- la presencia del analista en la sesión analítica . El texto me permite aproximar el psicoanálisis a la lectura de un libro imposible : el libro de arena. El narrador, un bibliotecario jubilado, recibe en su casa a un vendedor de biblias, pero no tiene interés en adquirir ninguna porque posee ya varios ejemplares excepcionales. El vendedor le ofrece entonces un libro sagrado, el Libro de los Libros, comprado a un analfabeto que habitaba un pueblo oriental. Este hombre pertenecía a la casta más baja: la gente no podía pisar la sombra del dueño del libro sin contaminarse. El nombre del libro era El libro de arena ,porque -según el vendedor-ni el libro ni la arena tienen principio ni fin: como si brotaran del propio libro, siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Lo mismo ocurría al final: de él también surgían innumerables hojas sin que ninguna fuera la

última.

Escrito en caracteres extraños, no se lo podía situar en una fecha determinada; sus páginas eran gastadas y de tipografía pobre; el texto apretado se ordenaba en versículos; incluía alguna pequeña ilustración, como un ancla dibujada a la pluma, o una máscara, a la manera de los diccionarios. La numeración de las páginas no constituía ninguna serie: una página par podía ser identificada con cinco cifras, pero la siguiente impar con sólo tres, mientras que el dorso de esa misma página llevaría un número de ocho cifras. En una página que habrá de perderse para siempre el libro muestra un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño, pero el texto del libro no tiene ningún ancla, ningún anclaje, ninguna coordenada estable, porque la escritura de lo que una vez se lee nunca más podrá ser reencontrada. Abordo el cuento como una atractiva metáfora de uno de los modos posibles- ciertamente no el único- de contar la lectura de la repetición en un análisis, el modo que me entusiasma y que practico. Un modo que considera la palabra del analizante como ese libro monstruoso, que se abre cada vez, en cada sesión, en una página imposible de recuperar en una ocasión ulterior. Entiendo el relato como respuesta a la pregunta qué soy? quién soy? : soy el discurso que pronuncio, diferente cada vez, monstruoso porque no sé qué digo, obsceno porque en el cuerpo del texto mi cuerpo parlante escribe sus goces mortíferos. La materialidad del cuerpo, del texto, del discurso, es una materialidad desgastada, obscena, monstruosa, como las formas cambiantes y múltiples del mito diabólico. El narrador, ahora propietario del libro, se vuelve su prisionero, cautivo de ese discurso que lo posee. Como el analizante, no sabe leer la composición de sus elementos heteróclitos: imágenes, números no seriados, caracteres indescifrables. Busca puntos de referencia, coordenadas que le aseguren algún orden, alguna permanencia a ese texto privado de toda estabilidad. Logra entonces en una oportunidad descubrir una repetición: su hallazgo fue que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Fue anotando esta reiteración en una libreta que no tardó en llenar, pero nunca volvió a encontrar la regularidad que consignó esa única vez. El libro de arena, tan inquietante como su discurso enigmático para el propio analizante, trastorna el sueño de quien lo posee, que sufre ahora insomnio y pesadillas. Subrayo el desasosiego que afecta al lector del libro de arena, ansioso de aferrarse a algún eje que garantice un cimiento firme a la página que se abre. Aproximo el horror al libro al horror de enfrentar la lectura del discurso que se escribe a medida que se habla. El espanto determina el desenlace del cuento: el bibliotecario se deshace subrepticiamente del libro de arena depositándolo en el sótano de una biblioteca pública a la que luego evitará rigurosamente acercarse. Quizás muchos desenlaces de análisis, tanto de analizantes como de analistas, se asemejan a encontrar un escondite en un estante de biblioteca para el discurso monstruoso que somos, y que infama y corrompe los ideales y las convenciones con las que organizamos lo que llamamos "realidad".

RESGUARDO DE LA SORPRESA.

Encuentro que para poder resguardar la sorpresa que el libro de arena depara a quien abre sus páginas, para lograr escuchar al analizante sin encasillarlo en algún molde prefigurado, sin jerarquizar arbitrariamente significantes ni estabilizar sentidos, Freud formula la recomendación de encarar cada caso como si fuera el primero. Invito a considerar extender esta recomendación freudiana: propongo leer cada sesión de un mismo analizante como si fuera única, esto es, leerla absteniéndose de incluirla en una serie. Invito a asimilar la apertura de la sesión con el acto de abrir el libro de arena. Esto requiere del analista privarse de seriar, de incluir en la sesión cuestiones que el analizante enunció en momentos previos de su análisis. El analista se abstiene así de evocar dichos del analizante que fueron formulados en sesiones anteriores. No se ocupa de ser el agente de una supuesta continuidad entre la sesión actual y las que la precedieron. Se abstiene de tomar a su cargo la función de totalizar o armonizar el desorden de los fragmentos descosidos que componen un análisis. Entiendo que no puede haber ilación entre los tramos en los que un análisis se fracciona, porque la contingencia gobierna la palabra que se desboca cuando se sujeta a la constricción de la asociación libre.

TRANSCURSO DE LA SESIÓN.

Paciente y analista leen lo que cada uno de ellos dice y del entretejido de esa lectura resulta la escritura de una sesión mientras ella transcurre. Si el analista se abstiene de evocar momentos previos del análisis, cada sesión despliega un síntoma nuevo, una inhibición actual, un modo de la angustia. El malestar del síntoma, de la inhibición y de la angustia que se formula en una determinada sesión, se lee en los significantes que en esa misma sesión el propio analizante repite. Para poder escuchar esa repetición significante es necesario que el analista ponga entre paréntesis lo que del analizante supone saber. También es necesario prescindir de evocar significantes y significados que el analizante enunció en otros contextos, para que la rememoración del analista no desvíe la repetición que en las asociaciones del analizante busca ser oída. Sitúo la interpretación del analista en la voz que lee la repetición, estableciendo los nexos lógicos que anudan aquello que se repite. Cada sesión es un fragmento al que nada falta, un tramo de análisis que no configura una pieza de bordes pulidos de un rompecabezas armonioso. La impresión de que el amor, la venganza, el sufrimiento, la ignorancia, constituyen cada una pasión continua e indivisible se apoya en la ilusión de una unidad del sujeto que la división entre enunciación y enunciado contraría a cada paso. El discurso las desmembra en una multiplicidad de facetas diversas que se desplazan unas a otras, sucesivas y efímeras. Los múltiples perfiles de una pasión, sus fragmentos discordantes, no pueden reunirse en la composición de un todo unificador. Luego de la lectura de una sesión, analizante y analista no son ya los mismos. También el poseedor del libro de arena se transforma por sufrir los efectos de confrontar las páginas que sus dedos recorrieron.

TEMPORALIDAD DE LA SESIÓN

Las verdades parciales sobre el goce que se producen en un análisis son efectos del tiempo, y el discurso analítico se sujeta a una lógica que no puede forzar el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Así como la insistencia significante señala en cada sesión la satisfacción de un síntoma, de una inhibición, de una forma de angustia , también en cada sesión se juega la división entre lo que termina de un análisis y aquello que no termina. Al separar lo que es del deseo y lo que es del goce, la interpretación apunta a reducir en cada fragmento de análisis el goce mortificante que aliena al analizante y lo separa del deseo. Pero al énfasis sobre la lectura de lo que se repite en la página del libro de arena que el analizante abre en una sesión, es necesario agregar que en un tratamiento hay inflexiones, puntos de giro. El relato de cómo ellos inciden sobre el curso de la cura sólo es posible desde una perspectiva que no es la de la sesión por sesión, sino la del momento de concluir que se plasma en la escritura de un tratamiento. La escritura del caso posterior al tratamiento no altera la fragmentación de la disparidad de las sesiones que lo compusieron. pero ella produce un efecto diferente al de la lectura de la página que cada sesión abre porque aporta una visión telescópica, a distancia, que destaca grandes repeticiones distribuidas en recortes temporales que ya no son los de cada sesión. La escritura del caso finalizado es por cierto un momento distinto que el transcurso de la cura, porque la lógica que se desprende luego de que analizante y analista se separan, es la lógica que el propio final de análisis impone retroactivamente, en una coacción que no podía ser anticipada. Entiendo que vale la pena distinguir en la enseñanza del psicoanálisis la perspectiva de lectura de una particular sesión transcurrida, de la perspectiva de un tratamiento terminado.

BIBLIOGRAFIA

Borges, J. L., El Libro de Arena, Alianza Editorial, Barcelona, 1998, página 130. Freud, S., Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1948.quotesdbs_dbs48.pdfusesText_48
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