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What did Tsezar say to x 123?

  • His back was to Shukhov and he didn't notice him come in. Opposite him sat X 123, a stringy old man who was serving a twenty-year sentence. He was eating kasha. "No, my friend," Tsezar was saying in a gentle, casual way.

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ibliotecarios insignes B

Ángel Esteban

espacio para otra realidad que la de las torturas, los cambios de prisión, las delaciones, las humillaciones, las El bibliotecario entre rejas

ALEKSANDR

SOLZHENITSYN

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ibliotecarios insignes B S de un terrateniente, estudió matemáticas y fí sica. Licenciado en 1941, comenzó a trabajar en el cuerpo de transportes y más adelante en el de ar tillería. Pero en febrero de 1945, justo cuando el gran poco antes de la ofensiva soviética sobre Berlín, fue detenido en el frente de Prusia Oriental. Por enton- ces ya era capitán, y debía transmitir a sus soldados las consignas dictadas por Stalin, que incluían todas las aberraciones que un ser humano puede cometer, contra población militar y población civil. Con ello, el máximo líder del proyecto soviético quería asegurar el éxito sobre el ejército nazi, aunque para ello hubie- ra violaciones, torturas de presos, muertes gratuitas, saqueos, exterminaciones, etc. Militar, pero sensible a la dignidad humana, Aleksandr recibió con horror esas noticias y se distanció de mu- chos de los aspectos concretos que debía inculcar en sus súbditos. Al mismo tiempo, comenzó un episto- lario con su amigo Nikolai Vitkevich, también militar, que se encontraba en el frente de Ucrania. Tanto en las cartas a su colega como en las que enviaba a su mujer, además de la esperanza en que la guerra aca- la necesidad de dedicarse a la literatura una vez libre había más enjundia: con frecuencia vertían los dos críticas severas al régimen de Stalin y a sus métodos de gobierno y conducción de la guerra, subrayando la violencia, la arbitrariedad y la ausencia de dignidad en el trato con el enemigo e incluso con los propios rusos. Lo que no imaginaba Aleksandr era que todas a Stalin. Llevado ante el general de brigada Travkin, este le hizo saber que conocía el contenido exacto de su correspondencia con el otro traidor. Le quitaron su pistola y le arrancaron los galones del traje militar, y comenzó un largo periplo, de muchos años, donde pasó por numerosas cárceles y campos de concen- tración. Los primeros ocho años ejerció diversos tra bajos, como minero, albañil, forjador, bibliotecario, y además sufrió un cáncer, del que fue operado. En 1953, tras una etapa interminable de vejaciones, como la falta de higiene, el hacinamiento, el cam- bio constante de prisión, la exposición constante al frío, el calor, las amenazas contra su vida y la de su familia, los trabajos forzados y en condiciones mise rables, etc., fue desterrado a perpetuidad. Enviado a Kok Terek, en tres años escribió obras en secreto, tal to, mientras era profesor en una escuela primaria. En

1956 fue rehabilitado, y pudo llevar una vida corriente

en el centro de Rusia, dando clases y escribiendo con cierta libertad. Pero sus publicaciones eran dema siado críticas para aguantar la censura: en 1969 fue

expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos y en 1970, cuando recibió el Premio Nobel, declinó ir a reco-gerlo a Estocolmo por miedo a no poder regresar. Sin embargo, la situación en su país era insostenible, y en 1975 tuvo que salir al exilio. Se instaló en los Estados Unidos con su familia y allí se dedicó únicamente a es-cribir. Volvió a la caída del bloque soviético, pero solo recuperó la ciudadanía en 1994. Los últimos años de su vida continuó siendo muy crítico con los planteamien-

tos políticos de su país. En 2008, fecha su muerte, reci bió, paradójicamente, numerosos elogios y homenajes, incluido el del presidente Putin, que lo consideró como uno de los pilares intelectuales de la historia rusa, a pe sar de haber sido durante décadas un azote para el co- munismo. La vocación literaria de Solzhenitsyn se desarrolló con vehemencia y de modo contundente durante mucho tiempo. Sus obras son numerosas y largas. Solo Archi- piélago Gulag , un compendio de la historia de Rusia, de la situación de los campos de concentración, de su propia experiencia carcelaria y de la historia de los in- telectuales perseguidos, tiene más de dos mil páginas, repartidas en tres tomos. Precisamente, enfrascado en la redacción de la magna obra, decidió no asistir a la ce remonia del Nobel porque, aparte del peligro que supo- nía salir del país, deseaba terminarla cuanto antes para comenzar otra obra. Sin embargo, su adolescencia y su historia académica tuvieron poco que ver con la litera tura: estudió ciencias e ingresó en el ejército. Pero poco a poco se fue interesando cada vez más por los libros, la Fue, probablemente, un renacer de algo que estaba allí desde la infancia: su tía Irina le hablaba constantemente del mundo del arte y de la literatura, y llevaba con fre- en su casa. Aleksandr adquirió en aquella biblioteca el hábito de la lectura compulsiva. Ella le acercó a Pushkin, a Gogol, a Tolstoi, a Dostoievski, a Turgueniev. A los diez años ya había devorado, por ejemplo, Guerra y paz. Tols- toi fue el ejemplo que tomó para imitar, aunque más no se limitaba a la literatura rusa. En ella, el futuro Nobel se entusiasmó con los ejemplares de Dickens, Shakes espacio para otra realidad que la de las torturas, los cambios de prisión, las delaciones, las humillaciones, las prisión veían marcas, aunque no fueran ciertas, podían emitir sanciones hasta de tres meses sin derecho a retirar libros, e incluso castigos más fuertes, como reclusión en un calabozo

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ibliotecarios insignes B peare, Schiller o Jack London. Tal llegó a ser su devoción por este último que, cuando viajó por primera vez a los Estados Unidos, buscó con ansiedad la casa de London en California y se dirigió allí como en un peregrinaje casi místico. Pero su contacto inicial con la literatura se truncó con los los momentos de angustia y soledad, en el camastro de su celda, comienza a madurar su verdadera vocación a la literatura. Se interesa otra vez por los libros, los pide, visita las bibliotecas de las cárceles por las que pasa, lee sin descanso, trata de conseguir libros libres, es decir, libros que no estén permitidos por el estalinismo, y de cide poner todo su empeño para dedicar su vida a con- tar el oprobio de las cárceles y los campos de concen- tración. No todo son lamentaciones: de vez en cuando se encuentra en un lugar cómodo. Por ejemplo, cuenta en Archipiélago Gulag que, después de varios destinos inaguantables, lo llevaron a Lubianka, y en la celda te nía una mesa, con una tetera, un ajedrez y una pila de libros. El narrador exclama: "¡Qué vida más confortable! Ajedrez, libros, camas de muelles, buenos colchones y ropa limpia. No recordaba haber dormido tan bien en toda la guerra." 1

No solo se le permitía tener algunos li

bros en la celda, sino que era asiduo de la biblioteca de la cárcel. Hay un capítulo largo de Archipiélago donde describe sus andanzas. Comienza así: La biblioteca era el ornato de la Lubianka. La bi- bliotecaria era repulsiva, eso sí. Era una moza ru bia de complexión algo caballuna que hacía todo lo posible por estar fea: llevaba la cara tan empol- vada que parecía el rostro sin vida de una muñeca (...). Pero lo asombroso es que cuando veníamos a retirar libros una vez cada diez días, ¡hacía caso de nuestros encargos! Los escuchaba con esa me canicidad inhumana de la Lubianka y ello te impe- día darte cuenta de si le sonaban o no los autores y los títulos. ¿Habría oído por lo menos nuestras palabras? Entonces se retiraba y pasábamos va rias horas en una espera inquieta y alegre. 2 ¿Por qué tardaban tanto en darles los libros nuevos? Por

-que primero inspeccionaban los devueltos, buscando pinchazos o puntos bajo las letras, que era una manera de cartearse los presos. Si los bibliotecarios veían mar-cas, aunque no fueran ciertas, podían emitir sanciones hasta de tres meses sin derecho a retirar libros, e in-

cluso castigos más fuertes, como reclusión en un cala- bozo cerrado y oscuro sin posibilidad de salir en varios meses. Por eso la espera era siempre inquietante. Lue go llegaban los libros, y los presos sabían cómo iban a ser los diez días siguientes, ya que ellos no podían elegir los libros que les prestaban. Todo quedaba a dis creción de los bibliotecarios. A veces les entregaban buena literatura, pero otras veces era pura porquería, y se dedicaban a charlar esa semana, en lugar de leer. Así, ellos intentaban ganarse a la caballuna y sugerirle que les trajera lo que a ellos les gustaba: ¡A veces la moza cumple nuestros encargos a las mil maravillas! Pero incluso cuando nos trae lo que a ella le parece, siempre se trata de libros interesantes, porque la de la Gran Lubianka es una biblioteca sin par. Probablemente la junta-

Pero era sobre todo singular porque después de

décadas de censurar y castrar todas las biblio- tecas del país, la Seguridad del Estado se había olvidado de revolver en casa propia, y aquí, en la mismísima madriguera, se podía leer a Zamiatin, a Pliniak, a Panteleimón Románov y cualquier tomo de las obras completas de Merezhkovski.

Algunos decían en broma que como ya éramos

hombres muertos, por qué no habrían de dejar nos leer libros prohibidos, pero a mí me parece que los bibliotecarios de la Lubianka no tenían ni idea de lo que estaban dándonos, por pura pere- za e ignorancia. 3 Evidentemente, ese no fue su caso, cuando comenzó a ser bibliotecario, en 1947, en el momento en que fue llevado a la sharashka. Después de dos años de pési- mas condiciones, se libró de la dureza de los campos en misión especial", 4 razón por la cual fue enviado a una institución penitenciaria dedicada a la investiga- rentes a los que había padecido anteriormente, pues estaban equipados con laboratorios, bibliotecas es vestigación, talleres, fábricas, verdaderos complejos Aleksandr fue llevado allí por sus antecedentes como matemático y físico, pero enseguida fue también utili- zado como bibliotecario, gracias a su especial amor a los libros y su contacto íntimo con el mundo de la lite ratura, del que ya eran conscientes los mandos de las prisiones por donde había pasado. Comenta el narra dor que al comienzo de esa actividad, Trushliakov, un exteniente soviético que había sufrido tortura en Aus institución penitenciaria dedicada físico, pero enseguida fue también utilizado como bibliotecario, gracias contacto íntimo con el mundo de la

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ibliotecarios insignes B tigaciones e inventos en aquella sharashka, le encargó un pedido de libros del servicio interbibliotecario, con la Biblioteca Lenin. Para Aleksandr, ese proyecto fue fascinante, porque valoraba los tesoros de aquella gran biblioteca, lo que le llevó incluso a conminar a su mujer, cuando él contrajo el cáncer, a que se acercase a la biblioteca para investigar todo lo referente a su enfermedad y las posibilidades que tenía de salir vivo de ella. El encargo del exteniente decía, sin dar cuen- ta de ediciones ni autores: "Algo sobre la técnica de los viajes interplanetarios". 5

Y comenta el biblioteca-

rio, no sin cierta sorna: "Como sea que estábamos en

1947, la Biblioteca Lenin no pudo ofrecerle casi nada,

como no fuera Julio Verne". 6

Y termina diciendo que

los superiores llegaron a tomar a Trushliakov por loco, y lo alejaron del centro. Curiosamente, unos años más tarde, los rusos se adelantaron a los americanos en el primer viaje a la luna. Esa época fue tan interesante dad en ciertos pasajes de su novela El primer círculo, plagada de alusiones a escritores, libros, amigos lec tores, bibliotecas y bibliotecarios. En muchas ocasio- nes, alguno de los protagonistas, debajo de cuya per sonalidad se encuentra el autor, reconoce, con estas mismas palabras, que es un "ratón de biblioteca". en la novela se convierte en "Marvino". El capítulo X de la novela es fundamental para entender lo que el Nobel debió de sentir en aquel ambiente intelectual y en aquella biblioteca de la que fue director, porque lo titula "El castillo encantado". Todo había cambia- do a su alrededor. Vivía una existencia "más normal" y su acceso a los libros era totalmente libre, porque ya no tenía que pedirlos a una gorda embadurnada de maquillaje, sino que él mismo controlaba lo que entra ba, salía, lo que podía leer y a las horas en que podía hacerlo. Nunca se había sentido más libre que entre aquellos estantes llenos de clásicos rusos y extranje ros. Cuando el narrador cuenta lo que el ingeniero jefe tenía ante sí en ese castillo encantado, asegura que sobre "el instituto de Marvino se había derramado el

verdadero cuerno de la abundancia: surtido de piezas radiotécnicas de importación y soviéticas, aparatos, mue-bles, una biblioteca técnica de treinta mil novedades, es-pecialistas encarcelados traídos de los lager, los mejores operplenipotenciarios y archiveros, los mejores expertos en organización secreta".

7 Aleksandr llegó a conocer a la perfección el contenido de aquella biblioteca que dirigió, y su lectura se hizo por entonces más densa y feliz. En un diálogo de la novela. Adamson llega al círculo de amigos con un libro,

El Conde

de Montecristo, y Jorobrov "comprendió inmediatamen- te que un libro de ese estilo no existía en la biblioteca de la cárcel, que por tanto aquel libro venía de fuera, de donde nunca se hace llegar un libro si no vale algo". 8 En otro pasaje de la novela, el narrador dice que Rubin, per lo pidió, pensando disponer de buenos libros, y le enco- mendaron cien volúmenes estropeados, como Mumu, de Turgueniev, las Cartas de Stasov o la Historia de Roma, de Mommsen, con el encargo de repartirlos entre los pre sos, prestados, para que circularan y los leyeran todos. Pero los reclusos ya los habían leído o no querían utili- zarlos, por lo que pedían al bibliotecario que consiguiera nuevas obras, haciendo valer su cargo entre las autorida- des. 9 Probablemente está hablando de sucesos que ocu- rrieron mientras él era el bibliotecario del lugar, aunque La relación de Solzhenitsyn con las bibliotecas fue siem pre un espacio de libertad, una vida distinta, ideal, que mitigó en gran manera el horror de su oprobio. Leyendo un libro, visitando una biblioteca o trabajando en ella, el llevaderos. Y gracias a todo lo que leyó, vivió y sufrió, su obra literaria se erige como una de las más fascinantes de todo el siglo XX. Quién sabe si es cierto aquello que aseguran muchos artistas, sobre la imposibilidad de crear obras artísticas geniales en estado de felicidad. Da la im presión, al leer las páginas de los textos más memorables del ruso, que solo los que sufren pueden elaborar discur sos eminentes e inspirados.

Ficha técnica

AUTOR: Esteban, Ángel.

FOTOGRAFÍA: www.answers.com.

TÍTULO: Aleksandr Solzhenitsyn, el bibliotecario entre rejas.

las bibliotecas. Perseguido durante toda su vida por su disidencia con el régimen comunista, las bibliotecas fueron siempre para él

una manera de mitigar en cierto sentido el horror de su oprobio. MATERIAS: Solzhenitsyn, Aleksandr / Autores Literarios / Bibliotecarios. Notas

1 Solzhenitsyn, Aleksandr, Archipiélago Gulag, Barcelona, Tusquets, 2005, t.I, pág. 224.

2 Ibid. pág. 252.

3 Ibid. pág. 253.

4 Pearce, Joseph, Solzhenitsyn, un alma en el exilio, Madrid, Ciudadela Libros, 2007, pág. 134.

5 Solzhenitsyn, op. cit., t.II, pág. 513.

6 Ibid. pág. 513.

7 Solzhenitsyn, Aleksandr, El primer círculo, Barcelona, Bruguera, 1968, pág. 60.

8 Ibid. pág. 196.

9 Ibid. pág. 331.

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